- Redacción ¿Qué relación existe entre las dos realidades descritas? ¿Consideras que lo que se describe en el cuento XXXV de El Conde Lucanor sigue siendo real hoy día o piensas que ha habido una evolución en la manera de pensar? ¿Consideras que el artículo de El País es exagerado o crees que a día de hoy se dan conductas sexistas entre los jóvenes?
Escribe una reflexión de un mínimo de diez líneas y publícala como comentario a esta entrada. Fecha límite de entrega: Martes, 1 de diciembre.
No entiendo por qué no me dejan pasar la noche en la
clínica (sinónimo) con el nene (sinónimo), al fin y al cabo soy su madre y el doctor De Luisi nos
recomendó personalmente al director. Podrían traer un sofá cama y yo lo
acompañaría para que se vaya acostumbrando, entró tan pálido (sinónimo) el pobrecito como
si fueran a operarlo en seguida, yo creo que es ese olor (sinónimo) de las clínicas, su
padre también estaba nervioso(sinónimo) y no veía la hora de irse, pero yo estaba segura
de que me dejarían con el nene. Después de todo tiene apenas quince años y nadie
se los daría, siempre pegado a mí aunque ahora con los pantalones largos quiere
disimular y hacerse el hombre grande. La impresión que le habrá hecho cuando se
dio cuenta de que no me dejaban quedarme, menos mal que su padre le dio charla,
le hizo poner el piyama y meterse en la cama. Y todo por esa mocosa (antónimo) de
enfermera, yo me pregunto si verdaderamente tiene órdenes de los médicos o si lo
hace por pura maldad. (antónimo) Pero bien que se lo dije, bien que le pregunté si estaba
segura de que tenía que irme. No hay más que mirarla para darse cuenta de quién
es, con esos aires de vampiresa (sinónimo) y ese delantal ajustado, una chiquilina de
porquería que se cree la directora de la clínica. Pero eso sí, no se la llevó de
arriba, le dije lo que pensaba y eso que el nene no sabía donde meterse de
vergüenza (sinónimo) y su padre se hacía el desentendido y de paso seguro que le miraba las
piernas como de costumbre.
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
(sinónimo) El niño la está mirando.
En el aire conmovido (antónimo o sinónimo) mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
(sinónimo) sus senos de duro estaño.(antónimo) Huye luna, luna, luna.
(antónimo) Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón collares y anillos blancos.
Niño déjame que baile.
(sinónimo) Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.(sinónimo)
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
(sinónimo) Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando.
No sé, me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible
- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Florecimiento de los cerezos,
es uno de los acontecimientos más esperados de Japón. Durante un breve
espacio de tiempo los cerezos se cubren de flores para anunciar el fin
de la estación invernal y la promesa de un tiempo más cálido. En Honshu, la isla principal, los cerezos empiezan a florecer entre finales de marzo y principios de abril,
justo después del florecimiento de los ciruelos. La esperada llegada de
la celebración simboliza no únicamente el fin de la estación fría, sino
también el comienzo de una nueva etapa, más fructífera y bella que la anterior. Anjali Domínguez
Como ya hemos comentado, aprovechando la lectura que estamos haciendo de la novela Ni de Eva ni de Adán de Amélie Nothomb, os propongo que entre todos vayamos creando un rincón de curiosidades, "frikadas" y asuntos varios japoneses.